El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, destituyó este lunes a la gobernadora de la Reserva Federal (Fed), Lisa Cook, en una decisión que marca un hecho sin precedentes en la relación entre la Casa Blanca y el máximo organismo financiero del país.
La medida se produce tras acusaciones del propio Gobierno de Estados Unidos contra Cook por presunto fraude hipotecario. Aunque hasta ahora no se han presentado cargos formales, el mandatario aseguró que existían pruebas suficientes para removerla del cargo.
El viernes pasado, Trump ya había advertido sobre su decisión, al declarar que “hizo algo malo, así que la destituiré si no dimite”. La amenaza se cumplió apenas tres días después, en medio de la polémica sobre la independencia de la Reserva Federal.
El despido de Cook reabre el debate sobre los límites de la autoridad presidencial frente a un organismo que, por tradición, goza de autonomía frente a las presiones políticas y que desempeña un papel crucial en la conducción de la política monetaria estadounidense.
Juristas y analistas financieros han señalado que un presidente estadounidense puede destituir a un miembro de la Junta de Gobernadores de la Fed, pero únicamente por “causa justificada”, lo que normalmente implica mala praxis o un comportamiento delictivo. En ningún caso, advierten, debería responder a un desacuerdo en materia de decisiones económicas.
El caso genera incertidumbre sobre la estabilidad de la Fed y la confianza de los mercados internacionales, que observan con cautela cualquier interferencia política en el organismo. Especialistas señalan que la destitución podría abrir la puerta a batallas legales para determinar la validez de la decisión presidencial.
Por ahora, la vacante en la Junta de Gobernadores de la Fed deberá ser cubierta con una nominación de Trump que tendrá que ser confirmada por el Senado.
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