El sol de la tarde caía sobre el Pier Luigi Penzo cuando, al filo del descuento, Santiago Giménez encontró la red que llevaba dos meses y nueve días buscándose en el vestuario, acabando así con su sequía goleadora.
Era el minuto 90+6 de este 27 de abril, y el mexicano, relegado hasta convertirse en la tercera opción ofensiva tras Luka Jović y Tammy Abraham, recibió un pase largo que acarició con confianza, lo elevó por encima de Andrei Rădu y lo depositó en el fondo de la portería. Con aquel cabezazo, el “Santi” no solo anotó su cuarto gol con el Milan, sino que cerró una etapa de frustración que se remontaba al 18 de febrero, cuando había marcado ante el Feyenoord en un playoff de Champions League.
Desde su arribo a la escuadra rossonera, Giménez vivió un sueño rápido: le bastaron unos pocos partidos para ganarse la titularidad, repartir asistencias en la Coppa Italia y anotar contra Empoli y Hellas Verona en la Serie A. Incluso celebró con la Selección Mexicana en la Nations League. Sin embargo, la exigencia del club y la competitividad de la delantera italiana lo relegaron a un segundo plano. Su última oportunidad había llegado al minuto 64, cuando Sergio Conceição decidió darle aire fresco al ataque. Aquel cambio fue decisivo.
El mexicano coqueteó con el gol al 70, al encontrarse de cabeza con un centro medido de Ruben Loftus-Cheek, pero el destino quiso que el balón se marchara a centímetros. El tramo final fue un calvario para quien llevaba semanas sin sentir el vértigo de gritar gol. Venezia, consciente de la mínima ventaja de los visitantes gracias al tempranero tanto de Christian Pulisic al minuto 5, apretó en busca del empate. El reloj corría implacable y la tensión crecía con cada segundo desperdiciado por el VAR, las faltas y las interrupciones.
Cuando parecía que el 0-1 se convertiría en un gélido sabor a poco, Giménez puso fin al suplicio. Controló de pecho el pase filtrado, se giró con temple y, con la frialdad que solo confiere un delantero hambriento, definió con la testa para desatar el júbilo de sus compañeros y la ovación de la pequeña afición que acompañó al Milan en tierras venecianas.